La efeméride tiene su origen en 1902, cuando el presidente Hipólito Yrigoyen decidió trasladar los restos de Domingo Faustino Sarmiento —padre del aula y gran impulsor de la educación pública en Argentina— desde Asunción del Paraguay hasta Buenos Aires. El arribo de su féretro al país ocurrió un 21 de septiembre, y desde entonces la fecha quedó vinculada a la educación y a quienes la protagonizan: los estudiantes.
Hoy, más de un siglo después, esta jornada trasciende el homenaje histórico y se vive como un espacio de encuentro y celebración juvenil. Plazas, parques y espacios públicos de todo el país se llenan de grupos de estudiantes que festejan el fin del invierno y comparten actividades recreativas, culturales y deportivas.
El Día del Estudiante no solo representa la diversión y la camaradería, sino también la responsabilidad de ser protagonistas del futuro. En las aulas, en las universidades y en cada espacio de formación, los estudiantes encarnan el desafío de construir una sociedad más justa, solidaria e innovadora.
En este 21 de septiembre, además de la música y los abrazos entre amigos, se invita a reflexionar sobre el valor de la educación como motor de transformación social. Ser estudiante es animarse a aprender, a preguntar, a crecer, y a mantener viva la esperanza de un mañana mejor.