Compartimos la publicación, cuya autoría pertenece a nuestra docente de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la UM, en el sitio especializado en la industria del vino ENOLIFE.
Un día como hoy de hace 124 años, en 1897, se creaba por decreto del Ministerio de Educación Pública de la Nación, la Escuela de Vitivinicultura en Mendoza. Allí se formaron los primeros profesionales de la vitivinicultura de Argentina y Latinoamérica. En recuerdo de esa fecha se instituyó el 5 de mayo como Día del Enólogo Mendocino. La herencia arquitectónica de la Escuela puede apreciarse hoy visitando La Enoteca, el centro temático del vino donde funcionó hasta 1939 la institución educativa. Para conocer más sobre el legado de quienes dieron vida a ese edificio, la directora de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño en Universidad de Mendoza, la arquitecta y escritora Liliana Girini, compartió con Enolife un texto recordatorio extraido de su libro «La Enoteca, Patrimonio de la Tierra del Vino», editado por el Fondo Vitivinícola Mendoza en 2006.
El 5 de mayo de 1897 se creó por decreto del Ministerio de Educación Pública de la Nación la Escuela de Vitivinicultura en Mendoza, y por ello desde 2005, por la Ley 7.357, se celebra en nuestra provincia el «Día de la Enología». En homenaje a esos pioneros que dieron bases científicas a nuestra industria y a las generaciones posteriores que contribuyeron a cimentarla y darle la proyección internacional que hoy tiene, recordamos, en este artículo, a la institución educativa de la que egresaron los primeros enólogos. Para ello, nos remitimos a los testimonios materiales que llegan a nuestros días, símbolos y documentos significativos de la importancia que tuvo esta escuela.
La nueva institución abrió sus puertas el 3 de agosto de 1897 sobre las bases de la Quinta Agronómica sarmientina, en el predio que hoy ocupa el Centro Cívico de la Capital de Mendoza, bajo la dirección del ingeniero Domingo Simois, y estuvo destinada a la formación de capataces-administradores de viñas y bodegas.
Vista panorámica: alumnos haciendo sus prácticas en el terreno. Al fondo, el edificio de la Escuela Nacional de Agronomía 1879.
El cuerpo docente se conformó con un selecto grupo de universitarios y técnicos extranjeros, entre ellos el ingeniero Luis Nicola y Pedro Normandin de Montpellier; el enotécnico Modestino Jossa de Conegliano; el médico Pablo Loos de Leipzig; el médico Ulises Isola del Instituto Politécnico de París; y los ingenieros Modesto Prolongo, de Granada, España, y José Ponce, de Lovaina, entre otros. A partir de entonces, la Escuela inició intensos contactos con los principales centros europeos, en especial de Francia e Italia, estableciendo una red de intercambios de alto nivel que le permitió alcanzar gran reconocimiento y prestigio. Destacados especialistas eran contratados como profesores y a su vez jóvenes estudiantes del medio eran enviados becados a las escuelas de Montpellier, Alba y Conegliano.
En los inicios, los esfuerzos se concentraron en reparar las instalaciones existentes de la antigua Escuela de Agronomía y ampliarlas con obras nuevas, así como también iniciar plantaciones de vides, frutales, hortalizas y viveros. Hacia 1900 comenzó a construirse la «bodega modelo» según un proyecto realizado por el Departamento de Ingenieros Civiles de la Nación. Con tecnología y equipamiento de punta, el edificio, fue concebido acorde a las prácticas enológicas que se estaban desarrollando en los principales países vitivinícolas del mundo. Paralelamente, en 1905, se inauguraba, anexo a la escuela, la Estación Enológica, destinada a promover las investigaciones científicas y contribuir al adelanto de la industria vitivinícola. A tal efecto se nombró como director a Pedro Cazenave, egresado de la Escuela Nacional de Agricultura de Grignon, Francia.
Carga de bordalesas para la comercialización en la Bodega de la Escuela Nacional de Vitivinicultura.
Para 1910, se elaboraban más de 150 tipos de vinos, se ensayaban distintos cultivos de cepas, se estudiaban las enfermedades que podrían atacarlas, se analizaban mostos, y se ensayaban nuevas variedades de frutales. La institución logró en poco tiempo una efectiva inserción en el medio productivo, no sólo por la actuación de los profesionales egresados sino por la difusión de los estudios a través de importantes publicaciones de la época como «Páginas Agrícolas» y «La Vitivinicultura Argentina».
Hacia 1921, diario Los Andes de Mendoza señalaba que, de los viveros de la Escuela salían unos 4.000 frutales, de 6.000 a 8.000 barbados y una cantidad mayor de vides, «con el propósito de ofrecer al público las mejores variedades comerciales e industriales a bajo precio a fin de lograr una influencia benéfica en la fruticultura y viticultura regional».
La Escuela promovió estudios sobre diferentes métodos de cultivo y de regadío; desarrolló trabajos experimentales relacionados a la arboricultura forestal y frutal y a la ampelografía; estudió las enfermedades y plagas en las plantaciones, así como la curación y extirpación de las mismas; impulsó el desarrollo de la apicultura y sericultura y difundió los conocimientos a través de publicaciones y conferencias a cargo de sus profesores. Se convirtió en referente para las prácticas agrarias en la región, estableciendo bases científicas para los cultivos, contribuyendo al mejoramiento de la agricultura y en especial de las industrias vitivinícola y frutihortícola. El predio con sus cultivos y jardines fue valorado por los mendocinos como lugar de disfrute y esparcimiento; acudiendo las familias los domingos a disfrutar de este verdadero parque urbano.
En 1933, el establecimiento se redenominó como Escuela Nacional de Agricultura y Enología de Mendoza, otorgando en adelante, y por 6 años más, el título de Agricultor-Enólogo.
En 1937, dada la importancia adquirida por las ciencias enológicas y a fin de satisfacer las necesidades de la industria vitivinícola; la dirección y personal docente de la escuela preparó un nuevo plan de estudios tendiente a transformar la escuela en un instituto superior. Este anhelo quedó plasmado en 1939 con la creación de la Universidad Nacional de Cuyo, cuando los contenidos de la escuela y las instalaciones edilicias dieron lugar a la Escuela de Agronomía, posterior Facultad de Ciencias Agrarias. Dicha institución ocupó el predio y los edificios durante 15 años, desde fines de 1940 hasta 1955, fecha en que quedó inaugurado su actual inmueble en Luján de Cuyo.
En 1948, durante la gobernación de Faustino Picallo, se decidió construir en el lugar el Centro de Gobierno de Mendoza, que conservaba aún gran parte de los cultivos y forestales. A partir de entonces, se inició un proceso de sucesivas transformaciones y de lenta desaparición de los edificios de la escuela. La propiedad, que había permanecido como una reserva urbana, alojó a la Casa de Gobierno y al Poder Judicial y posteriormente a distintas reparticiones nacionales, provinciales y municipales y aún a viviendas particulares.
La Bodega, con la apertura de la avenida Peltier en 1964, sufrió la demolición de su nave sur. Dos años más tarde fue transferida a la Dirección de Turismo como lugar de exposición de productos típicos, sala de degustación y restaurante, y a partir de los años ’70 fue utilizada con fines de promoción comercial por la Bodega Giol. Luego, con la construcción en 1978 del Centro de Prensa (hoy Centro de Congresos y Exposiciones), fue remodelada y adaptada a nuevas funciones. El resto de los edificios de la Escuela, entre ellos el chalet del director, perduraron hasta 1971 en que fueron demolidos para construir el actual «Palacio» Policial.
Del patrimonio arquitectónico heredado, destaca la antigua bodega modelo, junto a algunas especies arbóreas que integran el Parque Cívico. Estos bienes constituyen un verdadero documento que nos permite interpretar el pasado y vincularnos a aquella trascendente escuela que, según Guillermo Aubone, «contribuyó con amplitud al mejoramiento de la vitivinicultura del país y al de otras industrias regionales» a través de la prolífica labor de su personal técnico y de sus egresados, de sus colecciones de estudio, de sus laboratorios y de la Estación Enológica.
Para potenciar su valor histórico y cultural y hacer su presencia más rica en significados, es necesario volver a cargarla con aquellos valores originales, relacionados con la calidad de enseñanza agraria y en especial enológica de Mendoza, que llevó a la provincia a situarse en el alto rango que hoy ocupa entre las regiones vitivinícolas del mundo.